CAPÍTULO 3 DE JUAN TACONES


Conociendo la historia contada y cantada de Alcalá.
Registro 54 . CEIP San Mateo.

JUAN TACONES

Capítulo 3: Juan descubre el misterio de sus zapatos y
el deseo de su tío.

Lo vio en cuanto entró en casa. Allí lo estaba esperando su tío sentado en una vieja y desvencijada silla de palitroques. Su madre, sabiendo que Juan no le hacía demasiado caso y viendo que tardaba mucho en volver del colegio, había llamado a su hermano Manuel. Imaginó su madre que en algún nuevo problema se había metido Juan y, casi segura estaba, que los zapatos de tacones habían tenido algo que ver.

Normalmente los niños no aprenden hasta que algo, con frecuencia desagradable, les ocurre. No suelen atender a lo que sus padres les aconsejan con todo el cariño. Los escuchan pero pronto olvidan sus buenos consejos. Y claro, se caen, se pelean, les castigan en el colegio… Niños son y memoria corta tienen. Esto fue lo que le había vuelto a ocurrir a Juan a pesar de que en casa le advertían una y otra vez. “¡No me quieres escuchar, Juan!” Le dijo su madre muy disgustada en cuanto lo vio entrar. Por suerte, la cara de su tío Manuel no le preocupaba tanto como la de su enfadada madre. El joven buscó consuelo en la mirada de su tío, quien lo recibió con una cariñosa sonrisa. 
 
- Tío, he perdido los za…
- ¡Sss… ya lo veo! ¡Los zapatos, Juan, tenemos que recuperarlos! Esos zapatos tienen algo especial que tengo que contarte.
- ¡Se pusieron nerviosos otra vez, tío! Les pasa a esos zapatos que me regalaste siempre que escuchan…

Su tío volvió a interrumpirle y sin perder la sonrisa lo abrazo y le dijo: “A ver, cuéntame, ¿qué decía aquel cantecillo? ¿Por dónde lo oíste?” Juan notaba cierta preocupación detrás de la mirada de consuelo que su tío mostraba. Como pudo, Juan hizo un esfuerzo por recordar lo que la cancioncilla decía. Al instante su tío lo supo: “¡Ese es Talega, Juan Talega! Un tratante de ganado que en muchas ocasiones aprovecha un atajo del bosque para llevar a los animales de un lugar a otro buscando clientes a quien vendérselos”.
Sin perder ni un instante, el tío Manuel agarró a su sobrino de la mano y juntos fueron a esperar el paso de Juan Talega a la salida de Alcalá, por el camino de la Retama que va hacia Dos Hermanas. “Seguro estoy, que más temprano que tarde pasará por aquí”. Dijo su tío. Así fue, al momento comenzó a oírse una voz que se acercaba canturreando.

La mula se ha puesto mala
y no deja de comer, zarandilla y olé, zarandilla y olé.
La enganchaban a la una,
la enganchaban a las tres, zarandilla y olé…


Cuando quisieron darse cuenta, allí estaba. Un hombre de aspecto misterioso, de mirada fija y penetrante, con la piel de la cara reseca y cuarteada y con el pelo de color gris plata. Aquel hombre, que más bien parecía que se tratase de un viejo mago salido de cuentos fantásticos, se detuvo delante de Juan y su tío. “Mu guenah tarde. ¿Qué se leh ofrece?”. Dijo el misterioso cantaor al verlos allí detenidos. Juan Tacones se sorprendió al comprobar que, a pesar de su aspecto, la mirada de aquel hombre cambiaba cuando comenzaba a hablar. De pronto transmitía confianza o, mejor dicho, bondad. Los rasgos de su cara parecían transformarse en los de un hombre bueno de campo. Curiosamente su voz tenía la capacidad de cambiar aquella sensación oscura que su aspecto ofrecía en un principio.

El tío Manuel saludó a Juan Talega y se presentó. Luego comenzó a explicarle lo que le había sucedido a su sobrino y cómo había perdido los zapatos de tacones que le había regalado cuando era pequeño. Juan Talega gustosamente le devolvió los zapatos y miró al joven fijamente. Sin parpadear y con aquella mirada penetrante, le dijo: “Dentro de ti existe. Lo veo en tus ojos y te voy a ayudar a descubrirlo con mis bulerías”. Comenzó a cantar y los zapatos empezaron a mover los pies de Juan Tacones. “¡Ves tío, otra vez este hechizo que los vuelve locos!”. Mientras Talega cantaba mirando al muchacho, su tío le desvelaba el secreto para dominar a los zapatos de tacones con este cante por bulerías: “¡No, no pienses! ¡Siente! ¡Tú sí puedes sentirlo! Es esa fuerza que te sale de dentro y te conecta con el alma de Talega. Ese duende que tienes te sube desde la planta de los pies y te llega al corazón. No dejes que llegue al pensamiento. ¡Es en el corazón, no en la cabeza, donde tu duende vive!”. De pronto ocurrió; ahora era el joven Juan Tacones el que dominaba a los zapatos. Su cara se iluminó de alegría mientras el misterioso hombre se marchaba sonriéndole. Su cantecillo se fue perdiendo por el camino que se alejaba. Juan detuvo su baile. “¡Tío, ha sido fantástico! Ya sé controlar a mis zapatos”.

De vuelta a casa los dos iban hablando sobre lo que acababa de ocurrir. Fue entonces cuando su tío le dijo: “Sabes, Juan, que mi sueño siempre fue ser torero. Nunca lo conseguí. ¡Pero tú sí! ¡Tú serás un gran artista! Yo te ayudaré a que te hagas artista y consigas los éxitos que yo no pude lograr. Para eso te regalé estos zapatos. En ellos se encuentra la magia para lograr lo que quiero que seas. ¡Un gran bailaor! Pero recuerda que para lograrlo, antes tienes que encontrar a otros que tengan, como Juan Talega, poderes especiales que te ayuden a saber nuevas cosas sobre el duende que hoy has descubierto dentro de ti y de tus zapatos de tacones. No lo olvides, ten paciencia y busca bien”.

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