CAPITULO 2 DE JUAN TACONES
Conociendo la historia contada y cantada de Alcalá.
Registro
39 . CEIP San Mateo
JUAN TACONES
Capítulo 2:
Juan pierde los zapatos de tacones.
Tres días
estuvo Juan sin salir de casa recuperándose del constipado que le enfermo
después de pasar la noche en el bosque. Tres días sin poder ir al colegio; sin
ver a sus amigos ni a su maestro. Juan tenía que recorrer todos los días un
larguísimo camino para ir a la escuela. Un camino tan largo que parecía no
tener fin.
Para los
niños y niñas de su edad los trayectos de caminata se hacen larguísimos y más
aún el que tenía que recorrer Juan para ir andando desde su casa en el bosque,
hasta la escuelita que se encontraba en el extremo más alejado del pueblo. A
veces iba con lluvia, otras con frío y
viento. En muchas ocasiones tenía que atravesar el molino del Algarrobo cuando
el agua de los días de tormenta hinchaba el río hasta casi desbordar el
estrecho pasadizo que sobresalía por encima de la presa. Es probable que cuando
llegase a San Mateo, que así se llamaba su escuelita, estuviese agotado. Aunque
cierto es que al pasar junto a la plaza de toros que se encontraba a poca
distancia de su destino, daba la sensación de que el cansancio le desaparecía.
Aquel lugar le atraía, le despertaba recuerdos especiales. Se imaginaba a su
tío Manuel cumpliendo el sueño que siempre tuvo de ser torero; feliz si hubiese
cumplido el mayor deseo de su vida. “¡Mi tío… torero! ¡Si el pobre lo hubiese
logrado!” pensaba Juan, entristecido, al pasar por aquel lugar.
Corrían los
días de junio y el colegio pronto daría vacaciones a los niños. Juan se
disponía a salir de casa y encaminar aquel largo trayecto hacia la escuela,
cuando creyó escuchar a alguien que se quejaba. Era tan débil y lejano el
lamento que a veces parecía perderse aquella vocecilla. Probablemente fuesen
imaginaciones suyas. Ya en el camino que le llevaría a la salida del bosque de
Oromana, volvió a oírla; esta vez estaba seguro de que alguien se quejaba;
alguien había por allí y estaba dolido. Ahora sí lo oía claramente.
“El corazón a mi me
duele
de tanto llorar
que mis fatigas nunca
van a menos
siempre van a más…”
“No te
distraigas por el camino y ve sin falta a la escuela”, le repetía su madre
siempre que se despedía de él a la salida de casa. “La escuela te ayudará a
hacerte una persona de provecho. No lo olvides Juan”. Pero aquel lamento,
aquella voz quejosa tenía algo especial. Algo que ya había vivido estaba a
punto de volver a ocurrir. Juan sabía que no debía atender a la voz que se
quejaba, que debía hacer caso a su madre, pero…
“Supuesto que no tienen
alivio mis males
yo me estoy muriendo
yo no quiero a nadie…”
La
voz continuaba y le atraía poderosamente. Detuvo sus pasos y miró alrededor.
Con una vara en la cintura y un palillo en los labios, apareció en un cruce de
senderos un arriero con su recua de borriquillos. “¡uffff, no es él! Este es el
pobre arenero que va a por tierra más allá de Benarosa”. Pensó Juan al verlo.
Mientras tanto, los zapatos ya no dejaban control alguno a Juan. El cántico
lastimero de aquel hombre que no se dejaba ver había despertado de nuevo al
genio de los zapatos de tacones. De pronto una idea se le ocurrió. No tardó en
quitarse los zapatos para que estos se tranquilizasen y mientras tanto él
aprovechó para darse un baño en el río. Allí estuvo algunas horas divirtiéndose
con otros bañistas que venían de Sevilla. Charlaron y rieron sin prisas. Los
sevillanos invitaron a Juan a ricos bocadillos que traían para pasar el día
como si de una playa se tratase. Baños, risas y barrigas llenas. El sueño de
mediodía, la siesta, no pudo evitarlo; Juan se quedó completamente dormido.
“No
lo olvides Juan, la escuela, no faltes a la escuela”. Entre sueños estas
palabras de su madre se le repetían una y otra vez, hasta que de un salto
despertó. “¡El colegio, los zapatos!”. Gritó Juan al abrir los ojos. Ni zapatos, ni bañistas quedaban allí. Se
había quedado solo mientras dormía.
Aquel
día a la escuela no fue y los zapatos perdió. ¿Cómo decirle a su madre que
había faltado al colegio, que había pasado el día bañándose en el río? ¿Qué
podría contar en casa cuando le vieran llegar descalzo?
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