La Caligrafía: Identidad y Comunicación.
El arte de escribir
"La escritura necesita del sentido, mientras que la caligrafía se expresa sobre
todo mediante
la
forma y el gesto; eleva el espíritu e ilumina los sentimientos."
(Wang Xizhi)

persiga con el
mismo.
Por tanto, pensando más en el fondo o contenido sobre el que se escribe, que en
la forma o la tipología de las letras que se emplean. Sin embargo, las formas y tipos de letra han sido
y son medios de comunicación en sí mismos, o
bien apoyos fundamentales para el fondo o las ideas de lo que quiere comunicarse.
Podría parecer anticuado y añejo proponer como tema de debate la importancia de la buena letra en la expresión escrita de los niños y jóvenes, en una época en la que la mala letra, incluso, se ha llegado a convertir en signo de identidad de algunas profesiones como la de médico.
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una relevancia insospechada.

Prueba de ello son las dos exposiciones que, en estos días, pueden visitarse en Madrid, en la Biblioteca Nacional de España (www.bne.es Twitter: @BNE_biblioteca) que glosamos y comentamos en este trabajo, tituladas:
"Caligrafía española. El arte de escribir" y
"Caligrafía hoy. Del trazo al concepto". Ambas
muy recomendables para todos aquellos interesados en
la escritura, la comunicación y la enseñanza.
se social y culturalmente. A partir
del siglo XVI la denominada caligrafía o "arte de escribir con letra bella y bien formada" encarnó
valores estéticos, culturales y sociales, de forma tal que la consideración artística y la influencia pedagógica de la caligrafía fueron en aumento
en
España, hasta tal punto que los calígrafos se convirtieron en examinadores y jueces de aquellos que querían ser maestros,
situándose en un lugar de supremacía respecto a estos. En 1600 el calígrafo Ignacio Pérez fue el primer examinador de maestros, pudiendo otorgar el aval para abrir escuelas. El calígrafo no
era un simple copista o escribano, se centraba en la
enseñanza, hasta tal punto que en 1642 los que se dedicaban a
ese arte
llegaron a crear la cofradía de San Casiano que, posteriormente, se convirtió en gremio de los maestros y origen de
nuestras escuelas normales. Además
de protegerse en
asuntos del espíritu, se convirtieron en defensores del oficio, pedagogos y
creadores de letrerías. Algunos de ellos llegaron a compaginar el arte de la pluma
y la
espada, ya que "con ambas artes liberales se hacen los hombres temer y ser estimados" (escrito por Juan Claudio
Aznar
de
Polanco, arquitecto y hermano mayor de la cofradía de San Casiano).
La letra tenía tal relevancia que llegó a formar parte de la identidad de las naciones
a partir del siglo XVIII, siendo originalmente la redondilla y la
bastarda los tipos
caligráficos que encarnaba la esencia de
lo que sería España, y que debían ser aprendidos por todos los infantes
que acudieran a las escuelas. La letra propia e identitaria
pretendía otorgar uniformidad interior y firmeza hacia el exterior del país. En 1835 la
bastarda española, así
denominada por Santiago Palomares, por
la degeneración progresiva de formas que había sufrido para adaptarla a las necesidades de la época, se impuso en la
enseñanza y aprendizaje de los infantes que acudían a las escuelas, a
través de una ordenanza de la Reina. De esta forma se decidió imponer una seña de identidad a un
grupo social,
ante el debate continuado sobre
la cuestión: ¿debe
un grupo social adoptar una forma homogénea de utilizar la letra o cada individuo debe escribir libremente con la letra
que refleje su huella personal?
Lo cursi: origen de la letra cursiva
Los nuevos tiempos, fruto del auge del comercio internacional, la necesidad de
simplificar, bastardeando la bastarda, dieron lugar en el siglo XIX a una disputa entre
la letra inglesa y la española de la que finalmente saldría triunfadora la primera, como pueden imaginarse por la primacía del país de origen, imponiendo lo
cursi (de ahí la denominación de
cursiva) y la
caligrafía que imperaría a partir de ese momento. Lo cursi o derivado de la pretenciosidad
de
la nueva
escritura,
lo explicaba el profesor D. Enrique Tierno Galván así: "la intención
pretenciosa que suele atribuirse a lo nuevo, la adopción de la letra (inglesa) por la nueva burguesía -el comercio- y los
caracteres de la letra misma, incluso la depurada,
justifican la aparición en el
habla familiar del adjetivo "cursi", apócope de cursivo y raíz de cursilería." Los tipos
de
letras se convertirán en símbolos de los momentos históricos en
los que se utilizaron, como encarnación de valores esenciales, la gótica de lo antiguo, la bastarda de lo nacional y
la inglesa de lo nuevo o cursi, por tanto como
representación
social y
cultural. Cómo negar, entonces, la importancia de las modalidades personales de los usos de las letras que han dado lugar, incluso, a toda una
ciencia para la interpretación
de los rasgos
de personalidad a través
de
la caligrafía de los individuos, o grafología, desveladora, al menos en
los
usos de la novela negra, de incógnitas irresolubles por otras vías.
Del trazo al concepto
La caligrafía: tatuajes
sociales y personales
La escritura bella como forma de expresión artística ha evolucionando hacia formas ligadas a los nuevos valores sociales, con especial importancia en la sociedad
de consumo, en
la
que la caligrafía sirve como forma de comunicación, de manera que a
través de los trazos y sus volátiles
figuras pueden apoyar ideas como cercanía, autenticidad o tradición. De esta forma la que había sido una disciplina con sentido en sí misma, pasa
a convertirse en vehículo de
expresión libre.
Desde esta nueva visión, la caligrafía adquiere
valor para la expresión de frases y sentencias, de manera que la forma
de los trazos y las relaciones
entre los mismos sirvan de vehículo
para la transmisión del mensaje. Por otra
parte, la caligrafía
ayuda a
fijar
los
rasgos
de identidad
de
una marca,
denotando en sus formas
el estilo, el carácter y la imagen de la misma. Además, bien de forma caligráfica o digital, los tipos
de
letra
tienen un papel
fundamental en el
diseño
gráfico, para dotar de la
expresión adecuada a etiquetas de
productos de diverso tipo, carátulas
de discos, botellas,
prendas de vestir o cubiertas
de libros. Aunque los usos actuales de la caligrafía se pueden considerar alejados de los
fines para lo que inicialmente se desarrolló, el valor de la misma trasciende la mera forma de
las letras, convirtiéndose en vía de transmisión de valores, por tanto como forma ligada a la civilización, la sociedad y la cultura. Incluso, la moda
actual de los tatuajes constituye el uso de la caligrafía en la piel, como forma de expresión personal.
Lo dicho podría llevarnos, incluso, a plantear el
debate
sobre la necesidad de cuidar las
formas en la escuela, puesto que estas también son expresión
del fondo o de las cuestiones
esenciales como los sentimientos.
Pero lo que no podemos obviar, más allá de la necesidad del
uso permanente de una caligrafía muy sofisticada que llevaría tiempo y estaría fuera de los ritmos de la vida
actual es, por una parte, la necesidad de que los alumnos
aprendan de manera adecuada los trazos
de cada letra
y la relación entre
los mismos
para formar palabras y, por otro, el
análisis
crítico de la
caligrafía en el arte, en los medios de comunicación y en el comercio, es decir como mecanismo de comunicación o
como refuerzo
o
apoyo
a ésta,
en los diferentes contextos sociales en los que se
hace un uso intencionado de
la
misma.

En
definitiva, la caligrafía puede tener un doble valor en
la escuela: como herramienta básica para el adecuado dominio y uso de los trazos, en los
primeros cursos de la escolarización,
y como vía de comunicación y
expresión artística, en todas
las etapas educativas.
Nota: Todas las fotos proceden de las dos exposiciones mencionadas.
Pedro García Ballesteros
José Mª. Pérez Jiménez
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