IES ALBERO. MICRORRELATOS
LLevamos varios años leyendo y escribiendo microrrelatos. De hecho, tenemos un concurso mensual de Microrrelatos encadenados. Este año, para seguir profundizando en este tipo de texto narrativo, estamos utilizando modelos de Fernando Iwasaki, José María Merino, etc. para que los alumnos, tras un proceso de análisis de la estructura del relato, construyan su propio texto siguiendo el modelo propuesto.
Os ofrecemos un ejemplo.
Microrrelato
1 :
«Soledad»
Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro,
como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy
amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos
viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima
vez que le viera, y si se terciaba, tomarnos un café mientras
continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan
sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el
hilo rojo sobre el hombro, sin duda para capturar a otra víctima que llenara durante unos
minutos el amplio pozo de su soledad.
«Soledad», de Pedro de
Miguel.
Estructura:
1) El protagonista se encuentra con
otra persona. Esa otra persona necesita una ayuda. El protagonista le brinda
esa ayuda.
2) Después de ayudarlo, ambos entablan
una conversación agradable.
3) Después de un tiempo, se despiden y quedan
en volverse a ver.
4) El protagonista mira hacia atrás y
ve al otro hombre volviendo a tener el mismo problema que ya había tenido
antes.
¡OJO! Antes de comenzar este
microrrelato, debéis pensar en un sentimiento negativo que debe tener el otro hombre.
Precisamente, ese sentimiento negativo será el que lo lleve a tener el falso
problema para así lograr olvidarse de él momentáneamente.
El microrrelato
debe tener como máximo 10 líneas y estar escrito en pasado.
Ejemplos de los alumnos
Microrrelato 1 : «Soledad»
«La esquina», de
Manolo Bozada
Fui a cruzar aquel
paso de peatones cuando un señor mayor me pidió que le ayudara a cruzar la
calle. Yo no tenía prisa y el señor se quedo hablándome en una esquina tras el
paso de peatones. Tras horas hablando, cayó el sol y le dije que me tenía que
ir. Quedamos otro día para ir a tomar un café juntos. Miré hacia atrás y vi cómo
el mismo hombre le pidió a otra persona si le acompañaba a la otra acera.
«Cuesta abajo», de Hugo Rodríguez
Estaba
esquiando tranquilamente en una montaña cuando me encontré a una señora joven
que se había tropezado y rodado cuesta abajo. Le ofrecí mi mano para levantarse
y ella la aceptó. Compartimos muchas risas y opiniones y hablamos de nuestras
anécdotas mientras nos tomábamos un chocolate, y quedamos en volvernos a ver.
Salimos de la amplia cabaña y cuando giré la cabeza para despedirme una vez más
(se nos pasó el tiempo volando) la vi cayéndose a propósito y cubriéndose de
nuevo su pálida cara mientras otro señor vuelve a recogerla.
Comentarios
Publicar un comentario